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sábado, 26 de octubre de 2013

Aquella H no muda.

Cuento la historia de una letra, concretamente, la letra H. Algunos, tienen el mal gusto de ''comérsela'' mientras escriben, o la sitúan en algún lugar donde no debería estar. Esta H estaba en el lugar correcto. Era, por encima de todo, especial. Con una gran personalidad. Un gran carácter. Con ideas claras, fijas y constantes. Pero también, una gran soñadora, a la vez que realista. Pese a ser una H, no es muda. Por tanto,  es especial. Un día, mientras alguien escribía, Dios, o el propio destino, la M se encontró con la H. Desde entonces la M no está tan perdida, como lo estaba antes, ni mucho menos. Ella me quiere, desde las distancia, que en esos momentos desaparece. Y yo la quiero a ella, por ser tan especial, porque está loca, por esos abrazos que me dá cuando me ve, escasos pero abrazos verdaderos. Esa sonrisa que me apoya y me consuela. Te quiero muchísimo AMIGA.
El viento me miraba
con sus ojos redondos
pedían la sonrisa
al estilo de la mona lisa

Él no entendía el por qué de mi llanto
no era un día soleado
mi corazón estaba roto
hecho añicos, en mil pedazos.

Mis lágrimas eran las palabras
por las que mi alma hablaba
el viento me consolaba
con sus soplidos me calmaba.

Entonces el sol apareció
y el viento se calmó
me dijo: amiga, no llores
demasiado bonita eres.

Al final el viento desapareció
y entre volandas se llevó
la tristeza que en ese momento me invadió.

domingo, 20 de octubre de 2013

Hay mucha gente que no me entiende. Es normal, puesto que nunca me he esforzado a que me entiendan. Con que me entendieras tú, me valdría, pero... quizá tampoco me fueras a entender. He de decir que tengo una gran obsesión con los ojos, seguramente si en otros tiempo fuera una gran poeta o escritora de novelas, seguramente destacarían la pasión por los ojos. Y es que hay algunos ojos que dicen tanto. Recuerdo a aquellos ojos, que seguramente lo verían normales, pero era una mirada especial. Me pregunto que si sigues siendo igual. Ojalá sea así. Esa mirada, que duraban milésimas de segundo, y podía decir todo lo que pensaba, como si lo conocieras de toda la vida.